lunes, 16 de enero de 2012

Mensaje y Acción N° 4 | ¡Bienvenidos compas!



Desde hoy circula nuestro nuevo número. Los temas que tratamos son: 



VISUALICE AQUÍ! 

¿Por qué la organización territorial?


El movimiento estudiantil pasado, dejó tras su paso el sabor amargo de nuevamente no haber conseguido nada, y lo que es aún peor, no saber si seguirá, y tampoco seguir movilizados ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados a esperar un momento de irrupción en nuestras vidas, que nos descoloque, algún discurso coherente que despierte en nosotros de pronto la reflexión sobre una realidad evidente. Esperamos sentados alguna ‘coyuntura pre-revolucionaria’ – de moda- que nos llame a movernos, que nos motive a pelear por lo que consideramos justo. Ya Basta.

Es tiempo de organizarnos. Es tiempo de entender la necesidad de trabajar en conjunto, permanentemente y comprometerse; sin sectarismos, ni fundamentalismos, pero haciéndolo de situaciones concretas y con los pies en la tierra; para cambiar las cosas, para vivir tranquilos. Si algo aprendimos de las últimas movilizaciones, ha de ser la malla interconectada tras cada problema en específico. Entender cómo no puede hablarse de educación sin pensar en la economía, en la salud y en la desigualdad social. 
Reconocer que la interrelación de los defectos es asumir un sistema dañado; ir un poco más allá de lo que marca la contingencia. Identificar enemigo y esquemas erróneos.
Sólo un Pueblo organizado puede contra este status quo deficiente, que no da tregua ni es reducido por los medios institucionales. Se necesitan caminos nuevos.

Reconocer el daño estructural es reconocer también que los afectados (los llamados) somos muchos, somos todos. No hay lucha segregada, no hay frente de combate ni de resistencia delimitada por “área”: no somos jóvenes ni estudiantes los únicos llamados al cambio, ni sólo los trabajadores los responsables, por cuenta propia, de detener el abuso. Todo afecta a todo y a todos.  El trabajo es colectivo, y es elaborado. Es pensando en armar y organizar trabajo, en repartir labores, en aprender y crecer con el otro; para crear juntos la realidad que convengamos. 

La Organización Territorial responde precisamente a esto; a resolver los problemas de una ‘comunidad’ como tal, con sus vínculos geográficos y en su propia localidad. Es entender que los problemas individuales y colectivos encuentran solución en el apoyo mutuo, reconociendo a quien convive en mi espacio como un compañero, fuera del sectarismo; es dar el debate sobre los problemas que atañen a la comunidad en su conjunto, socializarlos, discutirlos y resolverlos (luchando) juntos codo a codo, organizados, crecimiento en el tiempo: Vecino, vecina, padre, madre, hijo, abuelo, allegado, inmigrante, obrero, profesor, estudiante, funcionario, artista, etc.

¡Ya ha pasado mucho tiempo! Hay que actuar ya, es urgente. Organicémonos

Reflexiones sobre la Triestamentalidad


Al calor de las movilizaciones estudiantiles era casi imposible no chocar con la piedra de la comunidad universitaria fragmentada. La necesidad de decisiones consensuadas (o por lo menos respetadas) por una cantidad de gente suficiente tal que “la estrategia de la masividad” siguiera en pie, llevó muchas veces a interpelar a funcionarios y académicos sobre su posición frente a las demandas sociales instaladas. Pero son varios los elementos a considerar al hablar de Triestamentalidad. Uno, es considerar que la triestamentalidad, fue un elemento superfluo, sin proyección en el tiempo y tautológico, en el sentido que la triestamentalidad se asume siempre como algo “positivo”, “deseable” sin mayores consideraciones de las implicancias al respecto.

La triestamentalidad se construye a partir de entender a los tres estamentos en una misma comunidad, y la constitución de aquella comunidad de académicos, estudiantes y funcionarios. Lo dudoso de dicho proceso es la consolidación de aquella comunidad, caracterizada, actualmente, por distintos intereses a veces muy distantes los unos de los otros y que sólo confluyen por participar de un mismo lugar físico. A veces los intereses son muy distintos, a veces ni siquiera existen explícitamente. La situación puede variar mucho de una facultad a otra, pero, en concreto, el hecho es que a pesar de confluir a ratos por una temática común, la triestamentalidad no se construye por la comunidad que dice ser, sino como un medio para. La comunidad triestamental no tiene institución (formal o informal) propia: ausencia de orgánica, alta rotación de participantes sin mayor comunicación entre los que fueron y los que van, falta de identidad, de valores y de cultura propios de una comunidad. 

Y quizás podría faltar todo eso, pero la falta de identidad y proyección en el tiempo es lo que más preocupa. La comunidad triestamental no tiene afanes de empoderamiento dentro de su propia unidad académica, no entiende que las relaciones de poder actuales dentro de ella, los planes curriculares, el concepto de “alumnos”, la connotación de “personal no-académico” provienen de una lógica de universidad donde no se crea conocimiento, sino que se reproduce y según las necesidades de la acumulación de capital. No existe la comunidad triestamental consciente de la lucha que debe dar, con más fuerza, al interior de sus paredes. Y la comunidad triestamental con su posición estratégica dentro de la Universidad y su, teóricamente, capacidad de acumulación de fuerzas bien podría ganar la batalla del conocimiento, de influir en los planes curriculares, de crear co-gobierno universitario.

Ser estudiantes empoderados implica consciencia de la responsabilidad en la construcción de una comunidad triestamental real. La triestamentalidad que teníamos no existe, desaparece en cuanto termina el encuentro, no existe proyección en el tiempo del espacio. La comunidad triestamental existe, y es deseable, sólo en cuanto se constituya como una verdadera comunidad, constante en el tiempo con identidad propia, y ojalá luchando por una educación al servicio de las mayorías.


Mapa de la irreverencia política en la Escuela


Situarnos en la Escuela de Gobierno (EGGP) es poner los pies en el irreverente desfile de la diversidad política. El pluralismo en su sentido más formal, la yuxtaposición que agrega preferencias y colores, mezcla gritos y banderas. Suposición de sano juicio que alienta la reproducción de un sistema político nacional carcomido en este pequeño hogar.

Aludimos a una de las características de nuestra Escuela: la gran cantidad de grupos políticos, y su diversidad dotan a este espacio de un difuso escenario al caracterizarlo políticamente, pues tenemos: La Chile para Todos, Centro Derecha Universitaria, Núcleo Acción de Centro Izquierda, Nueva Izquierda Universitaria, Juventudes Comunistas, y por supuesto, nosotros: Colectivo La Revoltosa. De derecha a izquierda, la dispersión es amplia. 

Hablando un poco del pasado, par de años atrás, como Escuela hemos gozado con la presencia más o menos estable de determinados grupos o juventudes políticas, de lado a lado, se ha mantenido más o menos constante la presencia de la derecha, sea en su expresión gremialista o más cercana a liberalismo económico, pivotes estudiantiles de la UDI y RN; más cercano al centro y al progresismo han marcado posiciones, en sus tiempos el bloque Concertación con sus respectivas juventudes: DC + PS + PRSD + PPD; acercándonos más a la otrora izquierda extra-parlamentaria con las Juventudes Comunistas, capitalizando en general el qué hacer más formal (cargos) de la política estudiantil y; por otro lado, poco más difuso, un sector radicalizado, pero organizado, bajo el manoseado rótulo de Ultra, disgregada y con colectivos esporádicos de un nacer y morir constante.

Pisando tierra derecha, el último tiempo nos habla de una característica general, y dos particulares, que tiene su correlato en el movimiento de los partidos políticos funcionales al modelo imperante. En general, existe una re-configuración del bloque dominante, apostando por la creación de grupos que sean más cercanos al estudiante, sin perder sus ejes programáticos de ampliación del capitalismo. En lo particular, tenemos por un lado, una inserción menos doctrinaria del sector derechista, jugando con simbolismos más propios de la izquierda y subordinando elementos estructurales como la negación de la lucha política y, por otro, la tecnificación de la lucha estudiantil, que es su reducción por medidas parche de corte económico o jurídico, apostando de aquí a fórmulas que lleguen al consenso, reflejo de la democracia de los acuerdos.  

Hoy, por factores endógenos de la dinámica partidaria, se difuminan sectores como el PPD y los Radicales, abriendo paso al NACE y el Bloque Socialista Universitario, BSU, (bajo el parasol de la crítica a sus propios partidos) que agrupa el conjunto de ideas cercanas al bloque conductor de la Concertación. De la misma manera, La Chile Para Todos y la Centro Derecha Universitaria tienden a cubrirse bajo el alero de “el estudiante y sus problemas” obviando cuestiones fundamentales como son la expoliación y el rechazo a la política centralizada, articulada con su realidad y mucho más frontal. Es esta misma dinámica, o la síntesis de ésta, que permite el auge de sectores como Nueva Izquierda, sucursal del Movimiento Amplio de Izquierda, MAIZ (díscolos de la Concertación liderados por Arrate), y por otro lado, por omisión de una política de inserción más potente, es que las Juventudes Comunistas han vivido los altibajos propios de las movilizaciones, que hoy dejan fisuras profundas en sus estructuras partidarias. 

Para hablar un poco de nosotros, hace 2 años menos o más se organizó un grupo de estudiantes a partir de una crítica profunda del hacer y qué hacer de la política en la Escuela, dominada por la dinámica que ya describimos, tendiente a perpetuar una disociación entre la (lo) político y el estudiante. Esto no permitía una organización permanente, vaciaba de contenido las discusiones y las restringía al movimiento de los cuerpos político-partidarios. A su vez, nos encaminamos siendo críticos también del camino que recorría esta izquierda más contestataria o radical, y comprendiendo que el camino de una política enfocado sólo en lo marginal reducía el marco de posibilidades para la transformación social. 

En un espacio complejo como éste, es necesario enfocarse en ciertos criterios a la hora de evaluar el papel de cada organización. De nuestra parte, creemos importante:

Entender el trabajo de base, sin dejarlo en la crítica vacía pues necesita de una creciente politización del estudiante y de los espacios mismos, entendida por un parte, como la restitución del vínculo estudiante-política, y por otro, la problematización en los diversos ámbitos de su vida. La política no es un hobby, tiene un profundo sentido ético, tiene que ver con los valores que ponemos en ella y el cómo proyectamos nuestra propia vida desde ello. 

Cuestión fundamental tiene el tratamiento de los temas de tipo académico, formativo o educativo, que son el anclaje básico del estudiante en La Chile pero cuya precarización (pues el sentido del desarrollo actual de nuestras disciplinas tiene un arraigo más profundo en el Mercado) expresada en la limitancia de los estudios actuales, de la forma en que se estudia y del marco de posibilidades futuras, pues no puedo desarrollar más que lo que sirve. Existe un mar de conocimientos, con un centrímetro de profundidad y para ganancia ajenas.

La misma complejidad es la que nos hace re-pensar la verticalidad de las relaciones, no negándolas, ni haciendo una apología al horizontalismo, sino entendiendo en su justa medida la necesidad de responder a condiciones locales en miras de abordar el espacio cotidiano del estudiante, el lugar donde germina la conciencia y la participación se transforma en lucha.

Si no hubiera sido futbolista, habría sido…


Dicen que todo tiempo pasado fue mejor y quizás algo de razón tiene la frase cuando nos sentamos a observar el tipo de futbolistas que hay en la actualidad. Ejemplos de “pechos fríos”, mercenarios y tipos preocupados por la pinta hay por montones; El “Chino” Millar, Giovanni Hernández, Luis Jiménez, Roberto Cereceda, y un largo etcétera dan cuenta de la forma en cómo con el tiempo los aspectos que caracterizaban al futbolista han mutado. 

En la actualidad jugadores considerados referentes son escasos y los que hay distan mucho de los que alguna vez hubo. O sea, si hoy tenemos a Esteban Paredes, en los 90 tuvimos a Espina, Basay, Ramírez, Emerson, Sierra, por mencionar a algunos; en la vereda contraria los que hoy tienen al Pepe Rojas o Johnny Herrera, en los 90 tuvieron a Musrri, Leo Rodriguez, Heidi González y Superman Vargas; en la precordillera los que se conforman con Milovan, hace 15 años tenían a Gorosito, Bisconti, Lunari, Lepe y Acosta, en fin, ejemplos hay de sobra y en la selección sucede lo mismo. 

Pero más allá de los ejemplos, lo cierto aquí es que los tiempos han cambiado y con ellos, el fútbol. 

El perfil de ídolo cambió y las prioridades del futbolista también, es por eso que se dan casos como el de Cereceda y Meneses, o episodios de indisciplina como el “Bautizazo”, porque la vieja escuela que tenía el gremio de los futbolistas ha ido desapareciendo y ha sido desplazada por una nueva escuela, donde el futbolista es protagonista en la publicidad y privilegia una vida cargada al lujo y mantener el peinado de moda antes que defender los intereses del hincha o incluso de sus propios compañeros. 

Si bien aún quedan resabios de lo que fueron los grandes jugadores de las décadas pasadas, el fútbol ha cambiado demasiado y los énfasis han sido puestos en cuestiones que se alejan de lo que sucede dentro de la cancha, léase, publicidad, televisión, moda, acciones, transferencias y sobretodo el vil dinero.

Cuesta encontrar jugadores que defiendan a los más desposeídos dentro de la actividad, como alguna vez lo hizo Diego, y probablemente cada vez cueste más, por el curso que ha tomado el desarrollo de la actividad. 

En un documental acerca de Maradona, Emir Kusturika dijo que si Diego no hubiera sido futbolista, sería un revolucionario, hoy preguntarse lo mismo acerca de algún referente futbolero arrojaría una respuesta que probablemente no queramos escuchar.

¡Que vuelvan los revolucionarios al fútbol!